Fabiola: Veo un hermoso día de verano; estoy corriendo delante de un compañero de juegos; lo miro hacia atrás. No quiero ser alcanzada en aquella persecución; corro más aprisa y me olvido de la cercanía de un pozo de agua; así tropiezo y caigo en su interior. Ya en el fondo, sumergido casi todo mi cuerpo bajo el agua, me levanto sobre mis manos. ¡Pero no puedo escapar de su profunda hondura! Mi cuerpo yace de cabeza; mis piernas apuntan al cielo. Desesperada, agito mi cuerpo intentando elevarme del fondo; pero la fuerza de gravedad me empuja cada vez más hacía su interior. Mientras el sol brilla en los pequeños trozos de vidrio depositados en su lecho, dos manos fuertes me toman de mis piernas y me alzan hacía el exterior. Cuando mis padres llegan junto a mí, hay un corte profundo cerca de mi ojo izquierdo, que sangra copiosamente... |